Hoy nos despedimos de la vibrante Dublín y emprendimos el viaje hacia el corazón de Irlanda, rumbo a la encantadora ciudad de Athlone. Ubicada en el centro del país y a orillas del majestuoso río Shannon, Athlone nos recibió con su imponente castillo del siglo XIII, una fortaleza que ha sido testigo de siglos de historia y conflictos. Al recorrer sus antiguas murallas y pasear por las pintorescas calles del centro, pude imaginar cómo era la vida en esta histórica ciudad en épocas pasadas. Fue como viajar en el tiempo, sintiendo el peso de la historia en cada rincón.
Después de explorar y disfrutar de un poco de tiempo libre para absorber el ambiente tranquilo de Athlone, continuamos nuestro viaje hacia la costa oeste, donde nos esperaba Galway. A medida que nos acercábamos, el aire fresco del Atlántico comenzó a envolvernos, y la energía de esta animada ciudad portuaria se hizo palpable. Galway tiene una vitalidad única, alimentada por la confluencia del río Corrib con el océano. Al llegar al corazón de la ciudad, Eyre Square nos dio la bienvenida como un vibrante punto de encuentro, rodeado de tiendas y pubs tradicionales. Este lugar es un crisol donde el pasado y el presente se entrelazan de manera perfecta, y al caminar por sus calles, me dejé llevar por la rica historia que emana de cada rincón, desde sus antiguas murallas hasta sus coloridas fachadas.
Por la noche, la magia de Galway se reveló en todo su esplendor. Los pubs cobraron vida con música tradicional irlandesa, los sonidos de violines y flautas llenaron el aire, y me sentí completamente inmerso en la cultura local. Disfruté de una pinta, dejándome llevar por la música que parecía contar historias de tiempos pasados, mientras los lugareños y visitantes se unían en una celebración de la vida y la tradición.
Finalmente, nos retiramos a nuestro alojamiento en el condado de Galway, satisfechos y con la sensación de haber vivido un día lleno de descubrimientos. No puedo esperar a ver qué nos depara el día de mañana en este fascinante rincón de Irlanda.