El día comenzó con un desayuno, y como siempre, estaba listo para vivir una jornada repleta de descubrimientos en el famoso Ring of Kerry, una de las rutas más icónicas de Irlanda. Esta región, conocida por su deslumbrante belleza natural, me ofreció vistas panorámicas que me dejaron sin palabras: lagos brillantes, costas escarpadas y playas encantadoras, junto con pintorescos pueblos que parecen detenidos en el tiempo. Cada curva de la carretera revelaba un nuevo paisaje, capturando la esencia pura y salvaje de Irlanda. Sentí que estaba en un sueño, rodeado de una naturaleza tan majestuosa y atemporal.
Por la tarde, la aventura continuó hacia la vibrante y cosmopolita ciudad de Cork, considerada la capital culinaria de Irlanda. Aquí, me sumergí en el famoso Mercado Inglés, un mercado cubierto que es un auténtico festín para los sentidos. La impresionante selección de productos frescos y locales destacaba lo mejor de la gastronomía irlandesa, y no pude resistirme a probar algunas de las delicias que se ofrecían. Cork también me sorprendió con su rica oferta cultural, incluyendo museos y galerías de arte que reflejan la historia y creatividad de la región. Uno de los momentos más memorables fue la visita a las legendarias Campanas de Shandon, ubicadas en la llamativa iglesia de St. Anne. Tuve la oportunidad de tocar las campanas y, desde lo alto de la torre, disfrutar de unas vistas panorámicas impresionantes de la ciudad.
El día culminó con mi llegada al alojamiento en Cork, y mientras me instalaba, me sentía completamente inmerso en el encanto y dinamismo de esta ciudad que combina a la perfección tradición e innovación. Estoy deseando ver lo que más me depara esta cautivadora parte de Irlanda en los días que vienen.