El último día de mi recorrido por Irlanda comenzó con un desayuno en el hotel antes de emprender el viaje de regreso a Dublín. En el camino, hicimos una parada en la histórica ciudad medieval de Kilkenny, una auténtica joya conocida por sus encantadoras calles empedradas y su rica herencia cultural. Al pasear por sus calles, me sentí transportado a otra época, especialmente cuando llegué a la imponente Catedral de Saint Canice, que domina el horizonte de la ciudad. La majestuosidad de esta estructura me ofreció una ventana al pasado de Irlanda, y fue imposible no sentir una profunda conexión con la historia que palpita en cada rincón de Kilkenny.
Después de explorar esta encantadora ciudad, continuamos nuestro viaje hacia la capital, llegando finalmente a Dublín. Una vez allí, tuve tiempo libre para despedirme de mis rincones favoritos de la ciudad. No pude resistir la tentación de disfrutar de una última pinta en uno de los tradicionales pubs de Dublín, brindando por las memorias creadas durante este viaje inolvidable.
La jornada concluyó con mi llegada al alojamiento en Dublín. Mientras me preparaba para el retorno, me encontré reflexionando sobre la increíble aventura que había vivido en Irlanda. Me llevo conmigo el espíritu y la belleza de la Isla Esmeralda, sabiendo que este viaje quedará grabado en mi corazón para siempre.